19 AL 21 DE OCTUBRE DE 2018
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A dos voces
El estrago materno

Por María Josefina Sota Fuentes.
Analista de Escuela Una y Miembro de la Escuela Brasileña de Psicoanálisis

Por María Josefina Sota FuentesLes agradezco por esta oportunidad que me permite desarrollar en algunas líneas el estrago materno que sigue siendo – y desde Freud quien supo reconocer sus manifestaciones clínicas – un tema fundamental para el psicoanálisis. Más allá de todas las transformaciones que han ocurrido en las configuraciones de la familia en la contemporaneidad, la modalidad de relación de estrago atribuida a la madre continúa presentándose como un real clínico que le exige al psicoanalista ubicarse en la estructura para no reforzar la debilidad y el delirio propios del parlêtre[1], que en ese caso ya se encuentra bastante desorientado.

El temor – sorprendente pero invariablemente encontrado – de ser muerta, devorada por la propia madre, germen paranoico en la mujer, según Freud[2] , lejos de haber desaparecido, se presenta en los análisis de mujeres de modo más o menos intenso, explícito, en la entrada o a lo largo del tratamiento, al cual se suman todo tipo de reivindicaciones, resentimientos y odio a la madre, expresiones de lo que Lacan llamaba lapasión de laignorancia, cuando se trata justamente de un no querer saber sobre lo real que se juega en esa modalidad de relación establecida con un Otro que produciría el estrago.

Freud mismo encontró dificultades para traspasar lo que él ubicó como un límite del análisis, la roca de la castración, bajo la fórmula delPenisneidpara las mujeres, la irremediable falta fálica que fatalmente las llevaría a la depresión. Fue Lacan quien interpretó ese límite como un lapsus del acto de Freud, quien, al identificar la roca de la castración como un punto insuperable en el análisis, se esquiva de su acto en relación a ese real del cual él mismo nada quiso saber. Son las lecciones del Seminario 10 [3], cuando Lacan desarrolla el tema de la presencia en el análisis del objeto a– la irreductible reserva de libido, roca de la castración –, capaz de producir angustia incluso para el analista mismo, y que se manifestaba allí donde Freud esperaba encontrar la fórmula de la relación sexual en el inconsciente. En su lugar, lo que emerge, con la fugacidad del sentido y la infinitización del análisis, es la ausencia de LA mujer que no se agarra en ningún significante, y el retorno de un goce perturbador que no conviene a la relación sexual.

Atribuirle a la madre la causa del estrago, incluso odiándola por no entregar la llave del misterio del significante de LA mujer que no existe, ubicando en ella un goce maligno, es lo que consolida las bases de un lazo tipo persecutorio que suele establecerse en la relación madre-hija. "Relación", sin embargo, que no existe sino como un hecho de discurso fabricado con el tejido imaginario y simbólico, o sea, como una ficción. Pues la versión de la madre, estragante o no, finalmente un intento de dar forma épica a lo que opera de la estructura, a la cual, en el caso del estrago, se le otorga la consistencia imaginaria de un goce perturbador y que puede, incluso, movilizar un exceso de goce en el cuerpo que, efectivamente, ese sí puede generar estragos.

Es el exceso de goce que produce estragos que pueden ser tanto mayores cuanto más se acentúen los desvaríos y delirios de una causalidad que imputa al Otro la causa del mal, cuando la causa para el psicoanálisis es la causa que claudica, la causa ausente de una relación que "no hay" – sea entre causa y efecto, sea entre los familiares, contrariamente al Complejo de Edipo que cobra la relación como necesaria. En cambio, es en la ruptura, en el equívoco, donde se manifiesta el inconsciente lacaniano que podrá abrir las vías de una orientación posible hacia lo real.

Así, el analista lacaniano, al mismo tiempo que incita la apertura del inconsciente transferencial, las ficciones que tomarán cuerpo bajo transferencia por medio de la apertura al saber inconsciente articulado, con su presencia y su decir, él mismo encarnará ese objeto a ininterpretable, la incurable verdad de que no hay relación sexual. Son las lecciones de Lacan. Por eso, soportar las paradojas del acto analítico exige el rigor de una formación del analista tal que le permita sostener en acto la presencia de ese ininterpretable, encarnando el límite de toda ficción posible.

El hecho de que la madre sea el blanco preferido se elucida menos por los daños que ella sería capaz de producir que por la transmisión que le corresponde. Al final, según Lacan, todos nacemos traumatizados del mal-entendido del lenguaje, lo que implica un punto de real relativo al origen subjetivo de nacer de un deseo, wanted or unwanted, de un linaje cuyos infortunios derivan más bien del propio mal-entendido del lenguaje.

NOTAS

  1. Cf. MILLER, Jacques-Alain [2014]. O inconsciente e o corpo falante. SCILICET:O corpo falante. Belo Horizonte: EBP, 2016, pp.19-32.
  2. FREUD, Sigmund [1931]. Sobre la sexualidad femenina.Obras completas. 4ª ed. Madrid: Biblioteca Nueva, 1981, tomo III, pág. 3978.
  3. LACAN, Jacques [1962-63]. O Seminário, livro 10: a angústia. Rio deJaneiro: Jorge Zahar Editor, 2005, p. 121.
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